jueves, 7 de octubre de 2010

CAMBRIDGE

A unos ochenta kilómetros al noroeste de Londres, en la zona del Anglia Oriental, se asienta una villa cuyo origen se remonta a la Edad de Bronce. Cambridge, así se llama; la capital del condado de Cambridgeshire es conocida en todo el mundo por su universidad, la segunda de habla inglesa más antigua del mundo. Hasta allí me fui para realizar un curso de inglés, durante dos semanas, el pasado mes de Septiembre. No viajé solo; en esta loca aventura hacia la Gran Bretaña me acompañó mi buen amigo Miguel, con quién compartí muy buenos momentos.
Cambridge respira tranquilidad y, a la vez, rebosa de actividad en sus calles. Hay muchos sitios que ver, calles que patear y parques dónde sentarse. King’s College Chapel es un lugar que no hay que perderse; que no te eche para atrás el precio de su entrada, la visita por la preciosa catedral resulta muy agradable. Lo mismo podríamos decir del Fitzwilliam, museo que alberga una colección muy variada compuesta de antigüedades (restos arqueológicos procedentes de Egipto y Grecia), pinturas, dibujos, grabados, libros, monedas y medallas. Entre los artistas de las obras que allí se exhiben se encuentran las de un célebre pintor español: Bartolomé Esteban Murillo. De lo mejorcito de Cambridge, el museo me gustó mucho. ¡No te lo pierdas! Y de la tranquilidad de un museo, cambiamos de tercio y nos vamos al río. Es allí donde se puede hacer una de las actividades más típicas de la ciudad: Punting. Súbete a una batea y, si eres valiente, conviértete en el punter de tu embarcación. Siéntete como un gondolero veneciano navegando por el río gracias a un palo que, una vez presionado en el fondo, permite que lo conduzcas hasta dónde el marinero de agua dulce desee. Aunque parezca mentira, tiene mucha complicación. Yo no lo pasé muy bien como punter; estaba pensado en que me iba a caer, no tenía la fuerza suficiente para mover el palo y encima hice que mi batea se chocara con otras.
Como ciudad universitaria que es, Cambridge tiene colleges por doquier. Nosotros entramos en uno cuya fachada era de un ladrillo muy rojizo y tenía un enorme jardín con bancos. La hierba crecía fresca y verde, y en algunos bancos estaban grabados los nombres de algunos estudiantes que murieron. Ese mismo college tenía en uno de sus edificios una torre con un reloj. Me sorprendió mucho, incluso me recordó al famoso Big Ben. A las dependencias de edificio no pudimos pasar, evidentemente, pero llegué a ver que había un gran comedor que se asemejaba al de las películas de Harry Potter. Luego me enteré que estaban empezando a ofrecer a personas ajenas al college la posibilidad de cenar al estilo Harry Potter.

No nos podemos olvidar del mercado que había en Market Square: Vendían comestibles, flores, libros y discos. Encontramos allí un puesto de productos españoles dónde vendían jamón, queso, etc. Un día que estábamos dando una vuelta con unas amigas después de una excursión por la ciudad, dimos con un puesto que vendían chocolates, caramelos y chucherías. Allí nuestra amiga japonesa compró una bolsita de fudge, también conocido como dulce de leche. Estaba delicioso; de hecho pensé en comprarlo el último día para traerlo a casa, pero al final no lo hice. Puede parecer que los fudge sean típicos de allí pero en realidad provienen de Estados Unidos. Resulta curioso que nacieron por un error a la hora de hacer caramelo; por eso lo llamaron así, porque fudge es inglés significa <>.

Todo esto y mucho más es lo que hice en la ciudad. Sólo me quedan las fotos y los buenos recuerdos que traje conmigo, ¡hasta pronto Cambridge!

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